Una vida dedicada a la salud comunitaria internacional: Dra. María Rodríguez Rado

La médica e infectóloga uruguaya, nacida en Treinta y Tres, está a punto de cumplir 20 años de trabajo con la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF). En esta entidad ha desempeñado diferentes cargos como médica de proyecto, coordinadora de equipos de emergencia y coordinadora médica. Ha trabajado en diferentes crisis humanitarias, en países como Afganistán, Irak, Etiopía o Sudán, y en epidemias como la de cólera en Camerún, de malaria en Tanzania, o de COVID-19 en México. Recientemente retornó al país desde Ucrania, donde coordinó la respuesta médica de MSF en la zona este y sur. En diálogo con la Revista Opción Médica, comparte algunas de sus experiencias y cuenta cómo es trabajar por el paciente, pero en todo el mundo.

¿Qué la motivó a elegir la medicina como profesión y así dedicar su vida a la salud?

La vocación viene de la infancia. Siempre supe que iba a estudiar medicina y, si bien no vengo de una familia de médicos, crecí en el interior del país, en Treinta y Tres, en una familia numerosa. Soy la menor de ocho hermanos y recuerdo que era habitual que alguien estuviera enfermo. Cuando venía el médico a casa, en la época en que te visitaba un doctor de cabecera, -y que en nuestro caso era mi padrino y amigo de mis padres-, me daba la sensación de que, si había un problema de salud en la familia, él llegaba a casa y lo solucionaba.

Ese sentimiento de protección y cuidado hacia el otro me daba mucha curiosidad. Luego, ya de adulta y tras haber estudiado medicina, me intrigaba mucho la interacción entre el ser humano y otros seres vivos, ya sea con organismos unicelulares o pluricelulares, y cómo éstos pequeños virus, hongos y bacterias podían agitar tanto la vida de las personas. Así surgió mi interés por estudiar infectología, que lo hice en una época donde ésta era muy poco popular, especialmente en Uruguay.

¿Cómo recuerda cuando se recibió de médica y los primeros años de ejercicio en Uruguay?

Tengo recuerdos maravillosos de mis años de estudiante; tuve grandes compañeros que hasta el día de hoy mantengo. Fueron años difíciles porque ocurrieron en una época donde el presupuesto universitario no era el mejor, por tanto, había muchas huelgas y paros, y eso retrasaba mucho los cursos. Pero aprendí mucho del sistema uruguayo de educación, basado en la semiología clínica, en el vínculo médico-paciente, donde el paciente es el centro de nuestra atención; concepto con el que concibo mi profesión. Una vez recibida trabajé en el interior, sobre todo en Treinta y Tres. Ejercí la medicina rural. Pasaba varios días en localidades como Vergara, Santa Clara de Olimar, La Charqueada, José Pedro Varela, entre otras. Me encantaba el trato cercano con las comunidades. Me enseñaron mucho. Tuve pacientes formidables que aún recuerdo. Esto lo hacía mientras cursaba el posgrado de infecto en el Instituto de Higiene en Montevideo.

Esa también fue una época de mucha enseñanza y disfrute. Me apasionaba la infectología. Recuerdo que realizaba el posgrado de lunes a viernes, y a veces me daban libre un día para sumar al fin de semana e irme al interior. Si bien viajaba mucho y era sacrificado, era la vida que me encantaba, tanto en los hospitales y sanatorios del interior donde trabajé en Treinta y Tres, Montevideo o Maldonado, como en el Instituto de Higiene. Guardo muy buenos recuerdos de mis colegas y profesores. Todos estos aprendizajes me sirvieron como persona y profesional.

¿Cómo llega a su vida Médicos Sin Fronteras y que buscó al valorar esa propuesta?

Cuando recién me había recibido de médica general, tuve contacto con una persona que tenía a un familiar que también era médico y que trabajaba para MSF. Me encantó lo que me comentaba acerca del trabajo humanitario que realizaba en situaciones de crisis, epidemias y catástrofes naturales. Entonces decidí mandar mi CV y aplicar a la organización. Me respondieron que si quería trabajar necesitaba tener experiencia y ciertos requisitos como idiomas.

Luego pasó el tiempo y, estando en Barcelona, donde hacía una pasantía del posgrado de infecto en el Hospital Clinic, veo por esas casualidades de la vida la oficina de MSF. Entonces decidí entrar e informarme. Allí me contaron acerca de cómo era la labor y quedé muy interesada. En 2004, ya culminando mi posgrado y habiendo regresado a Uruguay, me contactaron de la organización para realizar una entrevista y comenzar el proceso de selección.

Luego de pasar por ese proceso y mejorar mi conocimiento sobre ciertos idiomas, comencé en este mundo de trabajo médico humanitario.

¿Cómo es trabajar en Médicos Sin Fronteras?

Trabajamos en situaciones de extrema vulnerabilidad, donde hay muy pocos médicos o donde no hay acceso a la salud. A veces somos los únicos en muchos kilómetros a la redonda. Entonces depende mucho de qué tipo de necesidades estés cubriendo. Puede que tengas que coordinar un equipo de ambulancias porque no existe como enviar un paciente de un sitio a otro, como sucedía en Camerún, donde nuestras ambulancias eran el único sistema de referencia para poder llevar a una embarazada, a un niño o a un herido a un hospital desde las zonas rurales afectadas por el conflicto.

O también, puede que tengas que brindar atención en una epidemia donde MSF es el único actor con capacidad de aislar, diagnosticar y tratar a los pacientes. Como sucede por ejemplo muy a menudo en epidemias de malaria, sarampión o de cólera en Sudán del Sur, Mozambique o Congo. Si no estuviera MSF presente, quedarían cientos de personas sin asistencia, ya que son zonas muy remotas o conflictivas donde los sistemas gubernamentales no suelen llegar, como así tampoco otros actores con capacidades para este tipo de problemáticas. A esto le llamamos trabajar en el terreno, en el proyecto, directamente con los pacientes y con la comunidad. Estas diversas actividades las llevamos a cabo gracias a un equipo multidisciplinario compuesto por logistas, administradores y coordinadores que dan el soporte al equipo médico, el cual, dependiendo de la temática en la que se esté brindando atención, estarán integrados por pediatras, internistas, cirujanos, traumatólogos, psicólogos, parteras, enfermeros, entre otros, para que en ese hospital o en ese centro de salud se lleven adelante las actividades médicas.

Por otro lado, se encuentra el equipo de coordinación, que es entre los que me desempeño hoy en día, y que somos los que estamos en las capitales de los países facilitando, representando y asegurando que los compañeros en el terreno puedan desempeñar su trabajo en forma segura y adecuada. Así, facilitamos que los insumos médicos y logísticos tales como medicamentos, vacunas, comida terapéutica, equipamientos hospitalarios y coches puedan ingresar al país y lleguen lo más rápido posible al proyecto. 
Además, aseguramos que nuestros equipos puedan trabajar con autonomía, independencia y seguridad, y que se respeten los protocolos médicos. Asimismo, representamos a la organización frente a los ministerios públicos de los países, organismos internacionales y sociedad civil.

La función de coordinación, ¿en qué consiste esa responsabilidad?

Estuve muchos años trabajando como médica en hospitales y en centros de salud con pacientes afectados por diversas temáticas que iban desde VIH, Tuberculosis, malaria, cólera, Tripanosomiasis, Leishmaniasis y malnutrición. Ocupé durante varios años ese cargo en contacto directo con pacientes porque era lo que más me gustaba. Luego el tiempo te va llevando y la propia organización y dinámica te empujan a tomar más responsabilidades. Desde 2009 realizo tareas de coordinación, las cuales comencé con equipos de terreno.

Recuerdo mi experiencia en Etiopía, en Libokemkem, una zona con alta mortalidad por Leishmaniasis visceral (LV) l. El 80 % del hospital albergaba a pacientes con LV.

Nos encargábamos de hacer el diagnóstico, el cual era muy engorroso y se necesitaba especialización con biopsias de bazo, hospitalización del paciente y tratamiento durante varias semanas a meses. Fue un gran desafío ya que contribuimos a que esta enfermedad tan olvidada por el mundo farmacéutico tuviera más y eficaces opciones de nuevos tratamientos. A su vez, trabajamos con otras organizaciones de pesquisa científica para nuevos tratamientos de LV para que el paciente resultara beneficiado. No solo se trataba de asegurar que la parte asistencial funcionara bien, sino que la relación con las autoridades fuera fluida. Luego, tuve otras experiencias coordinando el terreno y finalmente pasé a gestionar las actividades médicas de los proyectos del país.

Es muy habitual que en cada país MSF tenga 2 o 3 programas. Mi función en esos casos es asegurar que todos los proyectos tengan una buena orientación sanitaria, respetando protocolos y la calidad médica.

¿En qué cantidad de países tuvo que trabajar y coordinar acciones?

Comencé en África, donde trabajé aproximadamente 10 años en alrededor de 15 países. También participé en proyectos en Medio Oriente, principalmente en Afganistán, Irak, Territorios Palestinos Ocupados y Yemen. Por otra parte, estuve en países de Asia y luego en Guatemala, México y Brasil, donde pasé mucho tiempo. 
En la mayoría de los lugares las dinámicas son similares porque la necesidad humana y el dolor traspasan las naciones y continentes. Hay sitios que están en crisis y que tienen más prensa que otros, pero en donde no hay tanta visibilidad no significa que se hayan terminado las necesidades. Hay mucho trabajo por hacer respecto a asegurar que la salud sea un beneficio y no un privilegio. MSF apunta a eso, a disminuir el sufrimiento y salvar vidas; ese es el mandato que tenemos.

¿Qué zona del mundo es más complicada para trabajar?

Las zonas donde vamos siempre son complejas, ya sea por las vulnerabilidades, la peligrosidad o la temática que tratamos. En mi caso, Medio Oriente se me hizo difícil. Tal vez porque pasé mucho tiempo, lo sentí culturalmente muy diferente, las necesidades son infinitas y el sufrimiento de la población es enorme; tal como lo vi en campos de desplazados en Irak, o con mujeres embarazadas sin asistencia en Kabul o con los niños y mujeres en Territorios Palestinos Ocupados. Resalto que lo que me ayudaba mucho en estas zonas era la alta competencia de los profesionales. Te encuentras un nivel de medicina y de médicos muy desarrollados, y estructuras hospitalarias de alta complejidad.

¿Qué experiencias de las que vivió le han dejado más enseñanzas profesionales?

A nivel técnico, todo el trabajo relacionado con el Covid-19. Fue increíble porque era una situación para la que nadie estaba preparado. Nosotros, como parte de MSF, estábamos acostumbrados a trabajar en epidemias como el Ébola, donde el nivel de aislamiento es extremo, y las precauciones personales de higiene y de protección son máximas, pero igualmente significó exponernos a un virus que no sabíamos cómo actuaba y tampoco había otras experiencias.
El Covid-19 fue muy siniestro, humanamente sobre todo. No había literatura ni bibliografía para poder aprender rápidamente. Trabajé durante esa época en México, Camerún y Mozambique. Todos sitios muy diferentes. México fue uno de los países con más mortalidad, y en Mozambique no había acceso a niveles básicos de salud; allí trabajamos en campos de desplazados, en medio de una guerra civil.

El Coronavirus dejó muchos aprendizajes y lecciones para mantener siempre la guardia en alto, porque no se sabe frente a qué virus o bacterias podemos estar expuestos en el futuro.

Por estas experiencias que comenta, ¿Médicos Sin Fronteras está ahora mucho más preparados ante eventuales pandemias o epidemias?

Nos dejó mejor preparados. Como seres humanos y como organización obviamente el tener una experiencia previa te ayuda frente a potenciales situaciones a futuro, pero el mundo tiende a olvidar rápidamente y eso causa mucha decepción. Por ejemplo, con la pandemia, muchos países pararon sus planes de inmunización y aún hoy no los han recuperado. Existen miles de niños en el mundo que están expuestos a infecciones mortales como el sarampión, meningitis, neumonía o difteria, que son prevenibles con vacunas.

Usted estuvo en Ucrania trabajando. ¿Qué puede comentar sobre la situación en ese país?

Trabajar en Ucrania de por sí es diferente porque implica trabajar en Europa. Para nosotros, que estamos acostumbrados a desempeñarnos en lugares remotos, con sistemas de salud precarios, este cambio tuvo sus pros y también sus dificultades. A pesar de estar en guerra desde hace muchos años, y con la escalada del conflicto en 2022, el país mantiene un sistema público de salud que, si bien no es el más robusto y presenta ciertas fragilidades, es el mayor proveedor de salud en toda la extensión del país. Eso fue un aprendizaje para mí.

Pero también hay muchas carencias en áreas como la salud mental, la fisioterapia y rehabilitación física, y sobre todo en relación con el acceso a la atención primaria en las zonas cercanas a línea de frente, en el este y el sur del país. En algunas provincias MSF trabaja en las localidades a unos 20 kilómetros del frente donde han quedado enclaves de civiles que no han podido irse del área.

Allí trabajamos con clínicas móviles brindando atención primaria, atendiendo a adultos mayores con patologías crónicas, ofreciendo apoyo psicológico a las familias, y apoyando con recursos humanos, fisioterapia, y con insumos médicos. Asimismo, realizamos referencias médicas en un tren medicalizado hacia zonas del centro y oeste del país.

Con tantas vivencias alrededor del Mundo, pero de acuerdo a su experiencia e información, ¿Qué puede decir del sistema de salud en Uruguay? 

Como médica uruguaya siempre estoy en contacto con mi país y con el mundo académico, pero no trabajo en Uruguay. Lo que vi en los últimos 15 – 20 años es que ha habido un gran cambio y para bien. Personalmente, creo que muchas políticas públicas de salud han beneficiado a la población, buscando esta universalidad del sistema sanitario.

La reforma propia que hubo con el Sistema Nacional Integrado de Salud ha ayudado a dar equidad a la población, lo que me da orgullo como uruguaya. Por otro lado, ha habido grandes contribuciones a la investigación científica del país, la llegada del Instituto Pasteur, nuevas formas de diagnósticos y el desarrollo de científicos, que hay que continuar apoyando no solo desde lo académico sino desde lo financiero.

Obviamente que hay grandes desafíos, hay muchas cosas para mejorar, pero creo que vamos por buen camino. Pienso que hay que continuar así: apoyando no solamente lo asistencial, buscando la humanización de la medicina y manteniendo el vínculo de médico – paciente.

¿Conoce ya cuál será su próximo tu país y su respectiva misión?

De momento estoy en casa, en Uruguay, recuperando energías para ya salir a trabajar el próximo año. Aún no sé dónde será.

Está cerca de cumplir 20 años dentro de Médicos Sin Fronteras. ¿Tiene planes o desafíos definidos para el futuro?

De momento me planteo continuar con este trabajo. Mientras tenga salud y me sienta bien, seguiré saliendo a determinados países donde haya crisis humanitarias. Y por supuesto, quiero seguir aprendiendo. Siempre hay espacio para vivenciar cosas nuevas dentro de la organización.

Desde hace unos años me dedico también a contribuir con el área de recursos humanos a través del apoyo a colegas sanitarios en el desarrollo de sus competencias y habilidades. Mediante herramientas como el mentoring colaboro con colegas que recién se integran a la organización en encargos de alta responsabilidad. Esta es un área que me encanta y me da muchas satisfacciones.

¿Qué opinión le merece la Revista Opción Médica y el papel que desarrolla en la comunicación dentro de la medicina?

Conozco la revista Opción Médica desde hace unos años. Su presencia, como la de otras publicaciones, es fundamental. Como sanitarios necesitamos mucho del trabajo colaborativo con el área de comunicación. MSF aprende de sus pacientes y genera estadísticas. Así contribuimos a la difusión de las necesidades y de los logros. De esta manera la población conoce mejor los servicios médicos, preventivos, de diagnóstico y tratamientos. La Revista me parece una buena herramienta para expandir conocimiento no solo para la colectividad médica sino también para la población en general.

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