Puesta de límites sanos en la infancia

Los límites requieren ser considerados como una construcción social, producto de una modalidad expresiva del ambiente familiar y social donde el niño/a crece y se desarrolla, donde las formas de las relaciones interpersonales moldean dicha construcción. Desde esta perspectiva, el ambiente familiar en términos relacionales es trascendente
para el avance del desarrollo infantil en sus diversas dimensiones. El rol del adulto consiste en ayudar a organizar, planificar, gestionar y hacer memorizar las rutinas. Así, el niño aprenderá la secuencia lógica de los acontecimientos para seguirla con naturalidad. 

El discurso de la problemática con los límites es sin duda de gran relevancia actual.

Se presenta cotidianamente en los encuentros con padres y maestros, así como en las consultas de psiquiatría pediátrica, en donde los adultos referentes del cuidado del niño concurren en busca de una “guía” que los ayude a enfrentarse a esta delicada tarea.

Para poder reflexionar en torno a la temática, es necesario pensar qué implica ser un niño en la actualidad, para ello se deben atender los múltiples cambios socioculturales y comprender que se han producido modificaciones en la subjetividad en lo que refiere a la paternidad y la infancia. Todas estas variaciones responden a una era posmoderna.

Estos cambios también se reflejan en los ámbitos familiares y educativos, las dos instituciones sociales de mayor repercusión en la vida del niño. Se destacan nuevas configuraciones familiares que poco tienen que ver con el clásico concepto de familia y a su vez las instituciones educativas requieren de transformaciones que acompañen a las nuevas formas de subjetividad actuales.

Tanto los padres como los docentes van a consolidar un papel esencial en lo que refiere al proceso de socialización del niño. Es mediante las interacciones sociales que se establecen con estas figuras de referencia para el niño, que comprenderán las normas de conducta e irán asimilando e interiorizando los valores. Estos intercambios que se producen en la escuela y en el medio familiar les permite afianzar o modificar aspectos del desarrollo sociopersonal que venían siendo definidos previamente. (1) 

La desobediencia es parte de un proceso de aprendizaje, de ensayo y error. Conocer más acerca de su desarrollo evolutivo puede ayudarnos a saber qué esperar y qué exigirles a la hora de educar y poner límites. (4) 

Para colaborar en ello Unicef desarrollo en 2011 una guía ¿Mucho, poquito o nada?, para pautas de crianza dirigida a padres, madres y cuidadores de niños y niñas de 0 a 5 años de edad. Su objetivo es brindar consejos y herramientas respecto a la crianza de los niños con el fin de generar las condiciones para que tengan un desarrollo saludable y fortalecerlos emocionalmente. (3)

Cabe destacar que la primera infancia constituye una etapa evolutiva trascendente en la vida de todo ser humano, en la medida que se constituye en un tiempo de altísima complejidad por los procesos que en ella ocurren, en términos físico, afectivo, motriz, cognitivo, lingüístico y social, estableciendo pilares fundamentales para la adquisición de competencias futuras. (5)

Es de suma importancia los vínculos más tempranos del niño, esto es, las primeras relaciones con las personas más significativas de su entorno. (2).

Prioridad número uno: “el apego”, el cual es primordial para el desarrollo sano. Entendiéndose al mismo como “el lazo afectivo fuerte, perdurable y recíproco que une al niño con las personas significativas en su vida”. Por ejemplo, el afecto profundo de la mamá por su bebé y de este por ella. No hay apego sin correspondencia afectiva (3).

Como plantea Bowlby: “La confianza en la figura de apego es la base de una personalidad estable y segura”.

Con respecto a estas primeras etapas del desarrollo, hay que tener presente que todos nacemos con rasgos temperamentales que nos identifican desde el inicio, que hemos heredado de nuestros mayores y
que se trasmiten en los genes. Esos rasgos representan una manera perdurable de reaccionar frente a los estímulos de la vida.

El mayor porcentaje se encuentra dentro de los “Temperamento fáciles”, los cuales son adaptables, adquieren fácilmente los hábitos y las rutinas, aceptan los cambios y expresan sus emociones con moderada intensidad. Un porcentaje menor presenta “Temperamento difícil”, en donde se resisten a los cambios, expresan sus emociones intensamente, sobre todo la molestia y el enojo. Y no es fácil lograr que adquieran rutinas de alimentación y sueño. (3)

Lo determinante es cómo papá, mamá y las demás personas que cuidan al bebé aprenden a responder y a manejarse con las reacciones de su temperamento. Es la adecuación del adulto al temperamento del bebé lo que hace la diferencia. (3)

A medida que el niño crece, los rituales y las rutinas son vitales porque ayudan a la regulación. El ritual implica mantener razonablemente y sistemáticamente los mismos horarios, la misma secuencia de acciones (3). Una rutina es una costumbre de hacer algo de manera determinada, regular y periódica.

Cuando una rutina se aprende, se acaba creando un hábito y solemos hacerlo en forma automática. Es muy importante implementar rutinas, sobre todo durante los primeros años de vida de la persona, los niños deben empezar a interiorizar las pautas para mantenerlas a lo largo del tiempo.

Una falta de rutina puede provocar una sensación de desorden, desorganización, inseguridad y mal comportamiento, ya que no saben qué hacer. Esto puede conllevar a problemas de comportamiento, pero también de alimentación, de sueño o de socialización. El rol del adulto consiste en ayudar a organizar, planificar, gestionar y hacer memorizar las rutinas. Así, el niño aprenderá la secuencia lógica de los acontecimientos para seguirla con naturalidad.

“Las rutinas aportan grandes beneficios al bienestar emocional y psicológico”

En la etapa pre escolar (3-5 años) las emociones suelen ser muy fuertes y aún les cuesta controlarlas. El autocontrol en los niños es la capacidad de resistir a las ganas de hacer algo que no deben. Los adultos también ayudamos siendo buenos ejemplos de autocontrol y hablando de nuestras emociones: «Me hace enojar mucho que ensucies donde acabo de
limpiar». (3)

En estos primeros años, los comportamientos agresivos forman parte del repertorio de conductas previsibles.
Estos comportamientos no tienen el objetivo de dañar al otro sino de conseguir algo deseado. A falta de otros recursos, apelan, por ejemplo, a un empujón para subir al tobogán, a un tirón de pelo para que el otro suelte el juguete.

Entender que se trata de comportamientos habituales en esta etapa no significa que los adultos no deban actuar. El mejor aporte es empezar a enseñarles mejores maneras de conseguir lo que quieren, además de enseñarles que la agresión no es un comportamiento aceptable en ninguna circunstancia. (3)
Si los adultos que rodean al niño saben controlarse a sí mismos, serán buenos modelos que favorecerán que él o ella también aprendan a controlarse.

La figura de madre, padre o adulto responsable, será probablemente el mayor punto de referencia que el niño/a tenga. El niño aprende por imitación y los adultos son su principal modelo. “La mayoría de los niños oye lo que dices, algunos incluso hacen lo que les dices, pero todos hacen lo que haces”

¿Pero la gran pregunta es porque es importante poner límites? Los límites tienen el objetivo de regular las conductas, advierten hasta donde se puede llegar con determinado accionar.

Las madres, los padres y cuidadores guiamos a niños, niñas y adolescentes para que aprendan a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, y sepan cómo manejar sus emociones y conflictos, de manera de favorecer la responsabilidad y el respeto de las normas sociales y culturales. (4)

“Poner límites es enseñarles qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, y permitirles desarrollar la capacidad de ajustarse inteligentemente a las normas”(3)

Cuando ponemos bien los límites, los niños se sienten más seguros, cuidados y valorados. Le damos una estructura comprensible que les permite entender lo que pasa a su alrededor y damos una guía y orientación para la vida, porque les señalamos el camino que consideramos más favorable para ellos (3).
Los objetivos de los limites saludables son:
*Que entiendan el sentido de las reglas y aprendan a respetarlas porque las entienden y no por miedo u obediencia ciega.
*Que desarrollen la capacidad de controlar sus impulsos.
*Que desarrollen empatía.
*Que empiecen a aprender a tomar decisiones y a responsabilizarse de los resultados.
* Que aprendan a pensar, desarrollar y madurar su conciencia sobre lo que está bien y lo que está mal.
Todo lo cual apunta a que se logre un buen clima de convivencia, disfrutable también para ellos.

Los límites van dibujando una guía y una pauta en los niños que poco a poco van internalizando, logrando cierto autocontrol y autodisciplina sin la necesidad constante del adulto.

Entonces, ¿cómo poner límites?

-Las reglas tienen que ser el resultado de una decisión pensada, no de una improvisación ni de un impulso. Por eso es importante que los adultos que se encuentran al cuidado, previamente se pongan de acuerdo con las mismas.
-No podemos pedir ni exigir algo que no es posible o saludable.
-Es preciso respetar las etapas del desarrollo en que se encuentran. Por eso deben adaptarse en las diferentes edades.
-Deben ser explicados de manera clara y simple. Con consignas breves, asegurarnos que lo escucho y entendió, pero sobre todo en un lenguaje comprensible para cada edad.
-Ser convincentes.
-Explicitar las consecuencias por su cumplimiento y por su incumplimiento.
-NO gritar ni amenazar, no poner etiquetas negativas “sos un/a…”.
-Debe aplicarse inmediatamente después de ocurrida la transgresión de la norma y cada vez que se transgreda.
-Debe ser proporcional a la gravedad de la acción del niño.
-No prestar atención a los comportamientos molestos destinados a llamar la atención es un método muy sencillo y eficaz.
Las reglas sirven si:
*Son positivas para su desarrollo y sensatas para sus posibilidades.
*Si nos aseguramos de que se cumplan, dado que si las aplicamos, pero luego somos inconsistentes no sirven.
*Si entienden cuáles son las consecuencias de cumplir y de transgredir.
El fin es que aprendan a funcionar en un mundo que tiene exigencias y reglas, y que sepan ajustarse a ellas. Y sobre todo, sepan que sus actos tendrán consecuencias a lo largo de toda su vida.

“Penitencia o tiempo fuera”…

Las penitencias, cuando se usan bien, son efectivas y favorables para el proceso de aprendizaje social de los niños. No debe abusarse de ellas, sino reservarse para cuando aparece una transgresión repetida y voluntaria a una norma claramente establecida por los adultos.

El método del tiempo fuera o penitencia consiste en trasladar al niño de un lugar donde quiere estar a otro donde no quiere porque es aburrido, pero no atemorizante.

Ese lugar puede ser una silla en el pasillo, o el escalón de la escalera desde el cual no se ve la tele ni hay juguetes cerca. Su función es actuar como un recordatorio que le permita al niño controlarse la próxima vez que esté tentado a hacer algo que no debe.

El tiempo de exclusión debe ser acorde con la edad del niño, pero nunca excesivo. Una manera de calcularlo puede ser un minuto por año de edad. (4)

Cuando se lo lleva a ese lugar no es el momento de hablar ni escuchar explicaciones. Desde que se trasgredió la norma se debe enfocarse en cumplir lo acordado, sin hostilidad, pero actuando con calma y firmeza. Una vez cumplido el tiempo, es el momento de hablar y reflexionar sobre lo que pasó, tratando de encontrar soluciones a la situación que motivó el tiempo fuera.

En la etapa de la adolescencia es necesario conversar y convenir pautas y límites con respecto a temas tales como: el horario de estudio, uso de pantallas y de salidas, las fiestas, las compañías, el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas, el cuidado sexual, entre otros. Pudiendo ser más flexibles en aspectos como vestimenta, corte o color de cabello, entre otros.

En relación a los estilos de crianza parentales, se han identificado tres modelos. El “estilo autoritario”, donde se educa primordialmente por imposición, con poco dialogo. Aquí se ejerce mucho control y poca contención afectiva. El “estilo permisivo” se marcan pocas reglas, si bien se sostiene el dialogo, por momentos se confunden los roles, donde los padres
funcionan “como amigos” y los hijos pueden sentirse a la deriva.

Son figuras menos efectivas en términos de autoridad. El estilo de crianza “democrático” se ha concluido que tiende a ser el más exitoso al educar, cuidar y proteger, marcando pautas desde el afecto. Se logra un equilibrio entre las reglas y la escucha. (6)

¿Pero porque no hacen caso?

Los niños pequeños naturalmente quieren hacer cosas que están en contra de nuestros deseos como adultos. Que lo hagan es normal, como también es normal que, a veces, los adultos nos cansemos. (3)

En el caso de lo pre escolares están descubriendo su poder, por lo cual muy frecuentemente contradicen y se oponen a lo que se les propone. Este es un sano ejercicio de autonomía, aunque muchas veces nos resulte agotador. (3)

Hay perfiles de niños/as más desafiantes y hay que preguntarnos el motivo. Si están cursando la fase normal de autoafirmación que los hace especialmente oposicionistas, esto pasará. Puede ser reactivo y momentáneo, como por ejemplo cuando nace un hermano. También cuando los adultos no están practicando un buen estilo de puesta de límites, lo que provoca el desborde en el comportamiento del niño. O puede ser resultado de vivir en un clima familiar no saludable, en el que hay tensión, discordia, violencia, inestabilidad, tristeza o estrés excesivo. (3)

¿Como proceder frente a la desobediencia?

Lo más importante es mantener la calma. El desafío del niño/a nos puede dar mucha rabia y podemos actuar equivocadamente. Cuanto más serenos estemos, mejores serán los resultados obtenidos. (3)

*No repetir y repetir las consignas para “convencerlos” de cumplirlas. La repetición interminable solo agota la paciencia de los adultos. 
*Hacer una advertencia efectiva frente al no cumplimiento. En tono firme, pero sin gritos ni ningún tipo de violencia y una sola vez.
*Expresarles lo que pasará si no cumplen, donde es crucial cumplir nosotros con la consecuencia que habíamos anunciado. La pérdida de alguna diversión o privilegio, o aplicar una penitencia o tiempo fuera manteniendo nuestra calma y firmeza.
*Si se establece una lucha de poder, lo mejor que podemos hacer es tratar de salirnos de ella. Si es posible, intentemos retirarnos del lugar donde está el niño, asegurándonos de que no corre peligro. “No ayuda responder a la rabieta de un niño con una rabieta de adultos”
*Cuando el berrinche se hace en público, por ejemplo cuando por medio de una “rabieta exigen que se les compre un juguete en el supermercado” es fundamental no acceder a su pedido. El adulto pacientemente se debe mantener en su posición esperando que el berrinche termine, “ser ciegos y sordos”. Lo mejor es hacer en público lo mismo que haríamos si estuviéramos solos: no prestar atención a la rabieta. Si aun así no se cede, llevaremos al niño/a sin violencia pero con firmeza a un lugar privado hasta que se calme, sin sentir la presión de la mirada de la gente.
*Si cedemos frente a estos berrinches, generamos que los niños/as identifiquen los mecanismos para desafiar las reglas de la familia, lo que nos lleva a perder autoridad. Ellos no se sienten seguros ante esta situación, sino todo lo contrario: encuentran una manera de tener poder y así aprenden a manipular.
*Si sabemos que una situación los frustra demasiado y los desborda, lo mejor será evitarla hasta que logren enfrentarla de otra manera. 
* Una vez que la rabieta pasó, podemos manifestarle la alegría de que haya recuperado el control y enseñarle cuál habría sido la mejor manera de actuar o de expresar lo que sentía, estimulando el uso de palabras. (4)
* Si cumple, no pasemos por alto su buena actitud, sin reproches y demostrándole la alegría que nos produce.

Rechazamos el castigo violento porque:

* Ejercer cualquier tipo de violencia es una grave violación a sus derechos. (3)
*Aplicar límites en forma violenta hace que se consiga una obediencia inmediata pero por miedo, la cual es de corto efecto y siempre con consecuencias emocionales muy negativas, afectando la autoestima y la confianza en el mismo. (3) Sentimientos de soledad, abandono y poco queridos.
* Previo a recibir el golpe, cuando anticipan lo que va a acontecer, sienten temor extremo, ósea “terror”. Quedando después del golpe el dolor físico y emocional, seguido de un sentimiento de impotencia por no poder modificar la ira que siente el adulto. (4)
* Comienzan a desarrollar mecanismos de adaptación a la violencia, como la obediencia extrema o comportamientos violentos. Lo cual va a trascender el mundo familiar y se manifestarán en la escuela y la comunidad. 
*Tampoco les ayuda a desear portarse bien, ni les enseña la autodisciplina o conductas alternativas para resolver conflictos, sino todo lo contrario: los hace poco sensibles ante las experiencias violentas. (4)
*Aprenderá que los problemas deben resolverse con violencia y repetirá este modelo a lo largo de su vida.(3)
*Unicef (2010) señala que muchas veces la puesta de límites y el maltrato infantil vienen de la mano. (7)
* Los niños pueden sufrir distintas formas de maltrato, pero cuando se trata de poner límites las que aparecen son el maltrato psicológico o físico. (4)

La OMS define al maltrato infantil (MTI), como cualquier forma de abuso o desatención que afecte a un menor de 18 años, abarca todo tipo de maltrato físico o afectivo, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otra índole que vaya o pueda ir en perjuicio de la salud, el desarrollo o la dignidad del menor o poner en peligro su supervivencia en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.

Si bien es un problema complejo y difícil de estudiar, dado que depende de muchas variables, de los estudios internacionales se desprende que casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores.

La violencia ejercida contra los niños también contribuye a las desigualdades en la educación, dado que los que en la infancia han sufrido algún tipo de violencia tienen un 13% más de probabilidades de no acabar la escolaridad. 

El maltrato infantil tiene a menudo graves consecuencias físicas, sexuales y a nivel de la salud mental, a corto, mediano y largo plazo. Algunos desarrollan lentamente sentimientos de angustia, depresión y comportamientos autodestructivos como autolesionarse y/o atentar contra su vida.

En condiciones de estrés extremo durante el desarrollo temprano del cerebro, el correcto desarrollo de los sistemas nervioso e inmunológico puede verse perjudicado cuando hay violencia.

Los insultos y palabras humillantes generan los mismos sentimientos de dolor emocional, frustración e impotencia que el castigo físico. (4)

Y qué pasa con los abuelos/as?

Los abuelos y abuelas son figuras muy importantes en la vida de una familia. De muy diferentes maneras pueden ejercer su influencia en la crianza de los nietos. Ya tienen experiencia como padres, y si se los apoya pueden ser aún mejores como abuelos. 

Como abuelos/as es importante mantener una relación sana y respetuosa con los padres de sus nietos.

*Es fundamental que los abuelos tengan claro que pueden ser maravillosos e inolvidables en la vida de sus nietos, desde su rol de abuelos y sin invadir el lugar de los padres.

*Son una excelente referencia afectiva dentro del grupo familiar, pero lo razonable es que, pudiendo expresar sus propias ideas, respeten las de sus hijos, que tienen derecho a tenerlas y aun a equivocarse, como lo hicieron ellos.

* Lo ideal es que los abuelos sean compañeros en la tarea y formen un equipo con los padres, actuando como copilotos, apoyando, respetando y estando cerca.

*La ayuda y la colaboración que pueden ofrecer es formidable, pero siempre que respondan a las demandas de los padres y no a sus propios esquemas. Así como los abuelos y las abuelas tienen que respetar los derechos de los demás, aunque se trate de sus hijos y les parezca que se equivocan, de la misma manera deben hacer valer sus propios derechos.

Para cerrar o como reflexión final: “No hay escuela para ser padres”, se va aprendiendo en el camino. Empezamos a ensayar la maternidad y la paternidad desde mucho antes de convertirnos en madres y padres. Todos tenemos una historia de vida y algunos quieren repetir la misma y otros evitarla.

Ninguna será una madre perfecta, ninguno será un padre perfecto, pero todos pueden trabajar para ser los mejores padres posibles para su hijo/a. 

Como todo proceso de aprendizaje, lleva tiempo y requiere práctica, firmeza, pero sobre todo mucha paciencia. La puesta de límites saludable solo es posible cuando la relación es sana; esto es: cálida, confiable, honesta y respetuosa.

Es más importante “hacer que hablar”. Damos ejemplo todo el tiempo, sin proponérnoslo y sin darnos cuenta.

El respeto de la autoridad se genera cuando los adultos le demostramos que somos consecuentes con nuestros actos y acciones. Si establecemos una comunicación franca, honesta y sin miedo, generamos un lazo invisible que nos une para siempre.

En la primera infancia se generan procesos fisiológicos cruciales, de alta conexión y complejidad que configuran la arqueología y funcionalidad cerebral, siendo un aspecto de importante significación para la amplitud y naturaleza de las competencias futuras. Por lo que es fundamental la presencia de adultos comprometidos e involucrados con la crianza, quienes tienen el desafío de brindar y acompañar su desarrollo.

Las figuras adultas son muy importantes para los adolescentes, por ello aunque no sean conscientes, el apoyo y el acompañamiento de los adultos son vitales en esta etapa de la vida.

Para cerrar “Los trastornos en la interiorización y por ende manejo de los límites, produce una dificultad para controlar los impulsos, no pudiendo lograr la autorregulación, caracterizándose por la generación de conflictos en la convivencia, que tiende a escalar, provocando situaciones adversas”









Bibliografía:
1-Gallardo, P. (2006/2007). El desarrollo emocional en la educación
primaria (6-12 años). Cuestiones Pedagógicas, (18), 143-159. Recuperado
de: http://institucional.us.es/revistas/cuestiones/18/09%20
desarrollo%20emocional.pdf
2-Gerstenhaber, C. (1997). Los límites, un mensaje de cuidado. Buenos
Aires: A.Z. Editora.
3-UNICEF (2011). ¿Mucho, poquito o nada? Guía sobre pautas de
crianza para niños y niñas de 0 a 5 años de edad. Recuperado de:
http://files.unicef.org/uruguay/spanish/guia_crianza.pdf
4-UNICEF (2019). Trato bien: Guía para la puesta de límites no violentos
en el ámbito familiar, dirigida a madres, padres y adultos
al cuidado de niños, niñas y adolescentes. Recuperado de https://
www.unicef.org/uruguay/media/7151/file/Trato%20bien.pdf
5-Bedregal, P., Pardo, P. (2004). Desarrollo infantil temprano y derechos
del niño. Serie de reflexiones infancia y adolescencia N°1,
UNICEF, Santiago de Chile.
6- Carbajal, M. Rossi, G. Bottrill, A. (2021). Adolescentes y marihuana.
Montevideo, Uruguay. Editorial Planeta.
7-UNICEF (2010). Guía para prevenir el maltrato infantil en el
ámbito familiar. Recuperado de: http://www.sinviolencia.com.py/
wp-content/uploads/2010/09/Libro-5nov10_uv2.pdf

Dra. Liliana Moretto Di Donna
Facebook
Twitter
LinkedIn